Por Raúl Gorrín.- Estudios y especialistas lo confirman: Las organizaciones requieren ubicar en los puestos de dirección a líderes en lugar de jefes, personas que desarrollen empatía con los integrantes de sus equipos de trabajos y no comandantes que simplemente giren órdenes sobre lo que hay y no hay que hacer. Así de simple.
El pronunciamiento es a favor de un liderazgo más humano y la erradicación del jefe que emite órdenes en modo robot. Personas que desarrollen la emocionalidad, que se comuniquen realmente con sus empleados, que intercambien opiniones y modos de pensar y hacer las cosas, que transmitan valores, que establezcan nexos de identificación con quienes están a su cargo y estos con ellos. Todo ello como la verdadera clave para fomentar e incrementar la productividad y la rentabilidad.
Para los expertos, el liderazgo consiste en saber influenciar en la gente que se tiene alrededor, de tal modo que de manera voluntaria se proponga alcanzar los objetivos que el líder ha establecido.
De este modo se establece una diferencia fundamental entre jefe y líder, pues mientras el primero tiene autoridad sobre un grupo, el segundo inspira a los integrantes del equipo para que ofrezcan lo mejor de sí mismos y pongan todas sus habilidades al servicio del objetivo de alcanzar el beneficio de la organización.
Mientras el líder tiene visión de largo plazo, el jefe es cortoplacista y carece de convicción y coherencia. El jefe no tiene confianza en quienes le acompañan, ni los estimulan a que crezcan profesionalmente, no delega funciones pues no cree en los integrantes de su equipo de trabajo.
Mientras el líder se rodea de personas de talento, dispuestas a crecer y a aprender y con ganas de ser enseñadas, el jefe conforma sus grupos con segundones porque no quiere verse opacado y para él más importante es él mismo y no la organización.
Es fundamental que los jefes se transformen en líderes rápidamente, pues de no hacerlo las organizaciones corren el riesgo de perder competitividad.
El líder tiene unas habilidades que el jefe debe aprender, a saber, la tolerancia a la ambigüedad, la empatía, la confianza, la humildad, la compostura, la inteligencia emocional, entre otras. El dominio de estas facilita la toma de decisiones con alta solvencia emocional en situaciones demandantes.
El líder tiene que inspirar en los otros a partir de un ideal, de una visión, pero para inspirar es imprescindible estar inspirado, lo cual es posible solamente cuando se tienen convicciones superiores y se cree firmemente en ellas.
El líder convoca a los demás a participar de un mismo ideal.
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