Por Raúl Gorrín.- Para todo país es importante mantenerse
ojo avizor, vigilante, ante las amenazas de fraude fiscal, uno de los flagelos
que atacan mayormente a las economías de todo el mundo.
Las miradas atentas se dirigen a las pequeñas y medianas
empresas, mejor conocidas como pymes, así como también a los profesionales independientes
o freelance.
Esta es una realidad que puede contemplarse en casi todos
los países. Muy poco del personal de las instituciones supervisoras se dedica a
indagar entre las cuentas de las grandes
empresas. La lupa siempre está dirigida, en gran escala, a las pymes.
Pero, ¿es correcta esta apreciación de estimar a las pymes y
los independientes como el principal foco de evasión de impuestos?
De ninguna manera, pues según algunos análisis los grandes
fraudes tienen su asiento en las grandes empresas, sí, esas a las que se les
descuidan por enfocarse en las pymes. En esto influye
enormemente la falta de
personal y recursos para acometer las grandes auditorías sobre los complicados
sistemas contables que los conglomerados ponen en desarrollo.
Obviamente, algo hay que hacer al respecto.
El control tributario no puede estar centrado únicamente en
atacar y acogotar a los pequeños y medianos empresarios, quienes se sienten
asediados por todos los flancos, por un lado la grave crisis económica que hace
estragos en todo el mundo, y por el otro, los ojos escrutadores de los
gobiernos que los agobian sin entender que muchas de sus actuaciones son
consecuencia de las malas políticas económicas implementadas por los propios
gobiernos.
El fraude fiscal no solamente está en las pymes, sino
también en la opacidad que ofrecen las cuentas de los grandes conglomerados.
Las pymes requieren apoyo —que no con esto queremos decir
que se las descuide en sus manejos fiscales y se les permitan malas
actuaciones— y que se les ayude a salir del atolladero en el cual se encuentran
sumergidas.
El miedo y el acoso a la pequeña y mediana empresa no será
lo que conduzca a las economías de los países a resurgir, a reflotar.
Las instituciones fiscalizadoras requieren de modernización,
sobre todo en esta era digital que ha sumado sofisticación a los sistemas
contables de las grandes empresas y conglomerados.
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