(Raúl Gorrín)Se ha establecido desde
hace algunos años que la inteligencia emocional es vital para liderazgo, es
decir, es uno de sus principales motores.
La
inteligencia emocional ahora es asunto importante de investigación del
liderazgo y que se asocia también a la inteligencia social, está definida como
las “competencias interpersonales construidas en circuitos neuronales
específicos (y sistemas endocrinos relacionados) que inspiran a otros a ser
efectivos”.
La
inteligencia social se estima impacte en igual medida en que lo ha hecho la
inteligencia emocional. (Raúl Gorrín)
Desde
siempre se reconoció el arte de cultivar las relaciones interpersonales.
Hace
más o menos un siglo, el psicólogo Edward Thorndike (1920) planteó tres tipos
de inteligencia, a saber, la inteligencia abstracta, la inteligencia mecánica y
la inteligencia social. DE las tres, solamente la inteligencia abstracta ganó
la atención de la psicología, esto luego de los fracasos de afinar y medir la
inteligencia social.
Pero
ahora las investigaciones apuntan a que los líderes pueden aprender a mejorar
su actividad a través de desarrollo de la inteligencia emocional y la
inteligencia social.
Y es
que se dice que cuando los líderes muestran empatía y se sintonizan con los
demás se afecta tanto la química de sus cerebros como la de sus seguidores.
Los
grandes líderes mantienen un comportamiento que propicia la creación de un
punto de apoyo para el sistema de interconexión cerebral, dicen los
científicos, y agregan que esto implica el tipo de comportamiento social que
permite reforzar los circuitos sociales del cerebro. (Raúl Gorrín)
El
aprendizaje mejora la calidad del liderazgo, algo que explica la razón el que
las emociones positivas incrementen el potencial de liderazgo de un individuo,
las actitudes de trabajo positivo, el desempeño en equipos y grupos y los
resultados económicos de la empresa a través de la biología de la empatía.
La
inteligencia emocional y la inteligencia social juegan un papel importante en
momentos de crisis.
Los
trabajadores a cuyo frente hay líderes con alta inteligencia social mantienen
una buena salud emocional y buen desempeño en las actividades laborales.
Incluso se mantienen positivo ante el estrés y mantienen el control en crisis
como la que causa un despido.
Es
posible medir y desarrollar la inteligencia emocional y la inteligencia social,
las cuales tienen mucha utilidad en el desempeño organizacional de algunas
organizaciones notables.
La
inteligencia emocional y social tiene gran potencial práctico y pudieran
ofrecer posibilidades de aplicación efectiva ante los retos que plantea la
actual crisis mundial y para devolver el esplendor de otros tiempos a la
comunidad empresarial. (Raúl Gorrín)
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