(Raúl Gorrín) Trabajar es bueno, no sólo
porque proporciona los medios para hacerle frente a la vida, sino también
porque permite desarrollar nuestras potencialidades, impulsar cambios en la
realidad circundante, sentirse realizado en las aspiraciones personales o
porque ofrece la oportunidad de dar lo mejor de nosotros, entre otras razones.
Estas
manifestaciones de satisfacción por lo que hacemos laboralmente nos remiten al
concepto de “apego”, que se refiere a la manera cómo nos relacionamos de manera
afectiva con las personas, y las situaciones de la vida. El apego nace de la
manera como aprendimos a relacionarlos con las demás personas desde la niñez.
Por tanto,
hablamos de que el apego es un vínculo afectivo que se construye desde la
infancia con las figuras de apego y que nos lleva a procurar su proximidad, su
contacto y comunicación.
La
autoestima, los sentimientos de seguridad y la necesidad de vincularnos con
otras personas hacen surgir en nosotros las relaciones de apego.
El apego
busca establecer fórmulas de proximidad, lo cual permite una manera segura para
explorar el mundo, el entorno y, además, ofrece cobijo ante las amenazas y los
retos.
Por tanto,
todas las relaciones y experiencias surgidas del apego serán altamente
significativas para nosotros pues contribuyen a nuestro proceso de adaptación
al mundo. El apego facilita, entonces, la socialización, las relaciones padres
e hijos, con los vecinos, con la sociedad y, obviamente, con nuestro entorno
laboral.
Los
estudios sobre la teoría del apego refieren que los estados de seguridad, de
ansiedad o de temor en los niños vienen determinados por su acceso y la
capacidad de respuesta de quien suministra el afecto. (Raúl Gorrín)
Ahora
bien, en el adulto, los analistas distinguen cuatro pautas de apego que se
pueden resumir así: El apego seguro que lo tiene quien exhibe una idea positiva
de sí mismo y de los demás. Estas personas se acercan al otro, se involucran
afectivamente, se sienten cómodo con la intimidad y con la autonomía.
Luego
tenemos el apego ansioso que lo tienen quienes poseen una idea negativa de sí
mismos y de los demás. Estas personas aceptan la intimidad pero sienten miedo a
la desvalorización o al rechazo.
Entretanto
el apego evitativo lo tienen quienes mantienen una idea positiva de sí mismos
pero negativa de los demás. Estas personas valoran en extremo la
autorrealización y la autoconfianza, pero desestiman el perder la intimidad con
los otros. Son fríos y distantes.
Por
último, el apego temeroso que lo tienen quienes poseen una idea negativa de sí
mismo y de los demás. Estas personas expresan desconfianza, evitan involucrarse
sentimentalmente, tienen miedo al rechazo, son inseguros y carecen de
asertividad social.
En
nuestras próximas entregas nos referiremos a la manera cómo el apego influye en
nuestra relación con el trabajo y nuestros compañeros de labores (Raúl Gorrín)
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