Por Raúl
Gorrín. Los grandes cambios que se han generado en el mercado obligan a las
empresas privadas a abandonar la mentalidad cortoplacista de exigir
utilidades inmediatas y comprender que existen oportunidades al pensar en crear
valor social en el beneficio de la gente.
Como
empresarios tenemos que ser conscientes que debemos aportar lo mejor de
nosotros para cambiar la forma en la que aseguramos la rentabilidad y
entendemos la gestión empresarial. Tenemos que empujar de manera eficiente el
compromiso para que los emprendedores seamos capaces de crear valor económico
mientras creamos, al mismo tiempo, valor social, humano y ambiental.
Existen
algunas formas de lograr el objetivo de crear valor social, una de ellas es que
las productos o servicios que se ofrecen puedan satisfacer las necesidades de
la gente que tradicionalmente ha sido ignorada, en especial, las comunidades
pobres.
Se
requiere dejar de ver las necesidades sociales únicamente desde la óptica de la
filantropía, en las que se comparte una muy pequeña porción del valor generado
por una compañía, para enfocarse en encontrar oportunidades de negocio
escondidas en problemas del entorno. Mientras que la responsabilidad social
corporativa sugiere gastar recursos para hacer las cosas bien, el valor
compartido establece la forma de tener un mejor desempeño económico estratégico
y continúo al tener un impacto positivo en el ser humano.
Precisamente esta estrategia implica una nueva forma de pensar en el mundo empresarial, tanto en los entornos internos como en el externo. La generación de valor compartido debe tratarse no como un gasto, sino como una inversión a mediano y largo plazo ligada con el éxito de las empresas.
Para
lograr que las empresas se embarquen en la ruta para crear el valor compartido
se requiere un compromiso de los emprendedores y una aproximación integral con
el objeto de comprometer a todos los empleados y colaboradores de la
organización. Asimismo hay que entender que el desarrollo de valor compartido
no es una misión de corto plazo. El retorno de la inversión y los indicadores
de impacto deben ser revaluados con un propósito más estratégico.
Las empresas
que se deciden por un proceso de transformación hacia el valor compartido deben
entender que este implica un esfuerzo estratégico extendido a todos los
individuos; una asignación de importantes recursos de gestión para impactar el
desarrollo diario de las actividades del negocio. Por esto es fundamental que
tengan claro el horizonte y la importancia estratégica.
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